jueves, 28 de octubre de 2021

Carga máxima....

Es un término del que se habló en las pasadas jornadas andaluzas en lo referente a las colonias felinas. Muchas veces, los que capturamos, alimentamos e intentamos controlar a una colonia establecida, no entendemos cómo es posible el crecimiento de la especie o la desaparición de algunos ejemplares en momentos puntuales. 

La premisa para la supervivencia de una comunidad felina es la alimentación. En base a esto, la seguridad de los mismos y el perímetro a controlar. Es primordial tener facilidad para alimentarse y así procrear aumentando el número de animales. ¿Por qué? se necesitan cazadores que sigan manteniendo al grupo y protección de posibles amenazas ya sea de otros gatos u otros animales.  Podría utilizarse el término de "plaga", bastante despectivo para los que amamos a los gatos, pero realista viendo la facilidad que tienen para multiplicarse y adaptarse al medio. 

Un inciso, un paréntesis, para hacer hincapié en que todo esto está cambiando. Encontramos cada vez más, gatos que no pertenecen a ninguna colonia, no viven en grupo, simplemente se reúnen para comer en cuanto el alimentador aparece. Se respetan, incluso pueden compartir algún momento de juego persiguiéndose, pero nada más. Viven solos, duermen solos, y lo peor de todo, son sociables. Se acercan y se rozan, se dejan tocar, quieren cariño, pero no vienen de ninguna casa. El futuro desde luego no es nada prometedor para ellos.

Dicho esto, volvemos a lo explicado, la cantidad. Son muchísimos y cada vez más. ¿Pero hasta cuántos? No hay una regla física, pero sí una certeza comprobada. En función del espacio, de la territorialidad que mantienen los grupos, hay un tope. Esto es la carga máxima. Si el número de ellos está por debajo, pueden seguir reproduciéndose. Si está por encima, hay un grave problema. Aquí interviene otro fatídico término, "enfermedades".  

Son completamente vulnerables. Al no estar vacunados, les convierte en una especie débil frente a enfermedades tan simples como un resfriado. La temperatura corporal de un gato adulto está entre los 38-39º, mientras que la de un cachorro en 39,5º. Al vivir a la intemperie y bajo las inclemencias temporales, sufren el frío y la humedad peor que los humanos. Al estar juntos e intentar darse calor, acicalarse unos a otros, el contagio es masivo.

Otra alternativa es la marcha de algunos ejemplares a otros lugares, pero desde luego, si el número excede esa carga máxima, se regulariza de una u otra forma. 

Ahora interviene el factor humano. De aquí la importancia de nunca dejar salir a un gato de casa porque se sigue penando en que debe estar libre y que son animales que necesitan vivir a su aire. NO SON SALVAJES. Estos animales viven en una casa, en un ámbito doméstico que no tiene nada que ver con la vida en la calle. Quedan desprotegidos frente a todo. Si además están sin esterilizar, peor aún, porque seguimos trayendo al mundo más gatos que no tendrán una vida digna y que morirán por enfermedades o posiblemente padecerán alguna que terminarán contagiando a otros si es que sobreviven.

Es tremendamente difícil cerrar una colonia, esterilizar a todos sus componentes. Si tratamos de moverlos de sitio, capturamos a los cachorros reduciendo así el número, pero no acabamos de esterilizar a los que quedan, volverán a regularizarse hasta alcanzar la carga máxima. 

Por esta razón, siempre es recomendable asegurarse cuando queremos dar de comer a los gatos de la calle, de que esta colonia o este punto en que dejamos comida, no está situado junto a una colonia controlada o no estamos sobrealimentando a la misma.  Es muy fácil, ponerse en contacto con las asociaciones de la zona y preguntar. Si no lo hacemos bien, podemos movilizar innecesariamente a los gatos de zonas seguras para ellos y ponerlos en riesgo, o cambiar el hábito de comer a una hora determinada por su alimentador, que no olvidemos, el fin es capturarlos y esterilizar para controlar el número...



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