La nueva norma establece que "la relación de la persona y el animal (sea este de compañía, doméstico, silvestre o salvaje) ha de ser modulada por la cualidad de ser dotado de sensibilidad, de modo que los derechos y facultades sobre los animales han de ser ejercitados atendiendo al bienestar y la protección del animal, evitando el maltrato, el abandono y la provocación de una muerte cruel o innecesaria".
Es un pequeño avance, al menos ante la legalidad en protección animal en nuestro país, pero que realmente poco significa si no se aplica. Podría llegar a entenderse su necesidad en la actualidad de nuestra vida como sociedad que somos, sobre todo si hablamos del trato o maltrato hacia animales de uso doméstico.
También habría que dedicar unas líneas muy claras a los de granja, al tipo de sacrificio indoloro y éticamente posible ante ese avance de macrogranjas, necesarias o no una vez abierto el debate por las últimas declaraciones que salpica a toda la cúpula política.
Por supuesto entran en el mismo paquete de aplicaciones legales los cotos de caza. Esos espacios privados donde la ley que prima es la del amo, la del señor, pudiendo hacer lo que le plazca con sus vástagos caninos, por no decir de qué y cómo proceder con su caza. Un deporte, como sus practicantes declaran, cultura y patrimonio de un país como el nuestro, anquilosado.
El minúsculo apartado que nos ataña, lo que realmente nos da escalofríos, es la poca dedicación hacia las colonias de gatos que se hace. Puedes tener un perro o un gato como mascota, en términos generales son las más comunes, y es aquí donde podría dar sentido la nueva reforma legal, por el comportamiento que debemos prestar hacia los nuestros, la situación legal que les ampara en función de nuestras malas acciones que les deja en una situación nula. Pero cuando salimos a la calle y normalizamos el hecho de ver gatos deambulando sin destino, nos parece algo normal, como si formaran parte del paisaje, están unidos al entorno, son cosas. Y los no reconocidos, además de los gatos callejeros, somos los que nos encargamos de ellos. Lo hacemos por voluntad, por sensibilidad, por humanidad. La gran mayoría no tenemos ayudas ni para pagar sus medicaciones, por sus atropellos, por sus enfermedades, por sus maltratos.... queda muy lejos no ya la consideración que tengan de animales, sino el respeto de serlos, de no tener amparo específico legal, ya que la ley es abstracta, de una interpretación poco precisa donde la función municipal escurre el bulto e intenta esconder el poco gasto que pueda generarse para no perder electorado al justificar inversión en ellos...
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