Y ahora una dosis de realidad... frente a las personas que piensan que los gatos son de calle, que necesitan salir, que necesitan libertad, que son animales que siguen el instinto de su naturaleza... nosotros somos como especie capaz de razonar (la racionalidad es lo que nos distingue y nos otorga la responsabilidad sobre el resto de especies) los protectores absolutos del entorno, de su medio de vida. Mientras no entendamos que las cosas se tienen que hacer con sensatez no existirá jamás esa panacea animalista en que los animales deberían campar a sus anchas por todo este territorio que acotamos cada vez más y que no dejamos para que se reproduzcan y vivan. No hacemos nada por mejorar la calidad de vida de los gatos como sociedad. Abandonados, libres y sin chip, sin esterilizar, perdidos... cualquier causa puede desencadenar en accidente, atropello, envenenamiento, maltrato y por supuesto enfermedades contagiosas. Cuando llega el PIF (Peritonitis infecciosa felina) es mortal, no hay cura, no hay vacuna y es muy contagiosa. Es un coronavirus felino. Desgraciadamente hemos sufrido una pérdida, un cachorro que no ha sabido lo que es un hogar, ni siquiera de acogida, lo que es una caricia, lo que es el calor en una noche de frío, lo que es sentirte arropado en una camita, o también que te den de comer cada día latitas o pienso del que tanto te gusta. No ha tenido ninguna oportunidad, ni siquiera entre los suyos, siendo repudiado de las colonias. Es muy triste... no creemos en cielos gatunos, en arco iris de colores, aunque son medios de autocompasión que ayudan a superar una pérdida... para nosotros es una vida, un ser vivo, que no ha tenido ninguna oportunidad, por una enfermedad que podría evitarse si tantas y tantas camadas no hubieran existido y tantos y tantos cachorros no contagiaran ni murieran en la miseria porque los seres humanos no somos capaces de hacer las cosas bien, porque el egoísmo de no mantener a nuestras mascotas a salvo con responsabilidad nos hace banalizar lo que sufren...